Elda y Gilber llevan más de 50 años de casados, ella tiene 80 años y él va por los 81 años.
El paso del tiempo les trajo achaques y sinsabores, él ya casi no ve, una operación de cataratas le lesionó un ojo dejándole solo uno funcional que también tiene cataratas.
Elda, más activa e independiente carga consigo los sinsabores de una triste y limitada infancia, ese dejo de nostalgia por no haber terminado la escuela primaria y la imposibilidad de cumplir su sueño de ser maestra de actividades prácticas,
Sin embargo la vida les dio una familia, dos hijas y dos nietos que disfrutan.
Cada tarde Elda prepara sus pinturitas, esas que compró en el kiosco de la esquina. Al principio pintaba algunos mandalas que imprimía su hija y se deleitaba con mejorarlo, pero cada tarde aumentaba la cantidad de mandalas y Gilber le propuso dibujárselos. Buscó el viejo compás algo oxidado del cajón de la cómoda y con su limitada visión diagrama los círculos, cuadrados y figuras geométricas que intuitivamente va marcando en las hojas. Elda espera ansiosa cada figura y se sienta tranquila a disfrutar de sus queridos madalas.
Este ritual se repite cada tarde.
Elda y Gilber son los papás de una alumna de la Fundación Jung: Graciela gbonomelli@yahoo.com