MANDALAS
Conceptos iniciales
El mandala - círculo mágico en sánscrito - constituye un símbolo de la totalidad e integración y ha sido usado desde tiempos antiquísimos hasta nuestros días por las tradiciones espirituales de todo el mundo.
Caminar, danzar, contemplar, dibujar
y pintar mandalas puede ayudar a curar la sensación de
fragmentación psíquica y espiritual, a
manifestar la creatividad y a reconectarnos con nuestro Ser esencial.
En nuestra sociedad occidental, rara
vez pensamos en “redondo” o en totalidades (holísticamente).
Tendemos a pensar de una forma
lineal, yendo “del punto A al punto B”.
Los mandalas son expresiones de
nuestra necesidad innata de totalidad y unidad. En épocas de enfermedad, crisis
personales, depresión, divorcio, etc.,
tendemos a perder nuestro mecanismo de dirección interior cuando, de hecho, lo
que necesitamos es que el descanso, la tranquilidad y la reflexión regresen a
nuestras vidas.
El mandala como reflejo de la vida interior
El mandala representa el proceso de
asimilar elementos importantes en la vida que a menudo siguen siendo
inconscientes, aunque estén prácticamente en la superficie de la conciencia. En realidad,
el mandala es una expresión del microcosmos que se representa dentro de la persona y
se revela en las formas, los símbolos y los colores presentes, y en su contexto
combinado. El mandala funciona como un punto focal, como una lente que está enfocada
en el interior y que refleja cualquier cosa que se esté representando en la
psique en un momento dado. Cuando esto ocurre, el mandala es un reflejo del
alma.
Por lo tanto, el proceso de asimilar
y transformar imágenes
inconscientes se expresa en símbolos que aparecen durante el desarrollo del mandala.
Cuando estamos haciendo uno, es bueno tener en cuenta que, una vez que este
proceso se ha iniciado, en ocasiones es difícil detenerlo. Pero tampoco sería
inteligente hacerlo, porque a menudo este proceso marcará también
el comienzo de una nueva etapa en la vida, una época durante la cual se pueden
experimentar, manejar y posiblemente resolver conscientemente cosas que están ocultas
en lo más
profundo del inconsciente. Podemos reconocer pautas básicas y
temas recurrentes como un hilo que pasa por la vida de todo el mundo y que nos
une. Así pues, al
hacer mandalas o contemplarlos, experimentamos imágenes que pueden ayudarnos a ser una totalidad, imágenes que
evocan los poderes de transformación. Estos poderes pueden iniciar un proceso de toma de
conciencia, de modo que es posible que nuestra vida dé un giro completamente
distinto.
El simbolismo de los diseños y los
colores en un mandala no tiene que ser inmediatamente visible y consciente. En
una etapa posterior puede hacerse repentinamente evidente lo que significan en
ese contexto un determinado símbolo y una forma o un color particulares.
Mientras uno trabaja en un mandala,
afloran todo tipo de sentimientos: paz interior, contento, amor o alegría; sin
embargo también pueden aparecer el enfado, el miedo, el odio o la ira. Cuando
uno se permite tener estos sentimientos y emociones, entonces puede
experimentarlos conscientemente para tener la oportunidad de procesarlos o
transformarlos. Ése es el
efecto totalizador de un mandala. Para crear una conciencia abierta e intuitiva
mientras uno está
haciéndolo, es importante alcanzar un estado de ánimo meditativo y reflexivo. Puedes facilitar esto asegurándote que
no haya interrupciones y de que tu respiración sea regular. Una música agradable de fondo, encender velas o incienso, o
vaporizar aceites esenciales también contribuirá a crear la atmósfera adecuada.
El círculo: reflejo del orden natural
Encontramos mandalas a cada paso. Cada
uno de nosotros los ve diariamente, sólo que muchos no sabemos que
se trata de uno de los símbolos que nos ha sido dado
como un arquetipo que nos influye.
Observemos la naturaleza y nuestro entorno:
- En un lago un pez salta del agua: allí donde se sumerge de nuevo se forman círculos que van aumentando su tamaño.
- Las margaritas llevan una corona blanca de destellos
alrededor de un centro amarillo.
- Un nido de pájaros redondo sobre una rama
- Una telaraña en donde brillan gotas de
rocío
- El sol, la luna y las estrellas emiten sus rayos desde el
cielo mientras se mueven en círculo
- Un grupo de niños juegan saltando a la soga
o haciendo rondas
- Un copo de nieve observado con una lupa contiene un
circulo concéntrico que es el carácter simbólico y eterno de un mandala
- Las células humanas tienen la forma de un circulo
Cada una de estas formas que nos da
la naturaleza rodea un centro ordenadamente. Desde este se reparten o dispersan
otras formas y líneas hasta el borde del
círculo. Los mandalas reflejan de una manera misteriosa el orden de la
naturaleza o, desde un punto de vista religioso, la creación.
La forma del mandala representa
también lo inexplicable, ya que la imagen expresa lo que está más allá de
nuestra capacidad de de percepción.
Los mandalas no sólo
contienen nuestros sueños, también nos abren la posibilidad de una comprensión más
profunda de las cosas.
Los Mandalas y su
utilización
terapéutica
A menudo estamos nerviosos,
padecemos dolor de cabeza y tensiones, estamos deprimidos y reaccionamos de
forma agresiva sin ningún motivo. Estos son signos de alarma
que el alma exterioriza y significan que el individuo está desbordado, que debería descansar y
buscar algún medio de relajación.
Los afectados no son sólo los adultos, sino que cada vez hay más niños nerviosos y con problemas de falta de concentración, o que sufren trastornos del comportamiento y desarrollo causados
por su estado anímico. Estos síntomas son el signo de que el ser humano ha perdido su unidad
interior.
En busca de nuestro Yo perdido
Existen varias posibilidades de
devolver a nuestra alma la armonía, de reencontrar la unidad desde este desmembramiento.
Sin embargo, y de manera creativa, podemos hacer algo por nosotros mismos
pintando mandalas y recuperar así la salud paso a paso. Estas imágenes
circulares están
almacenadas en el inconsciente de cada uno de nosotros. Vuelven a reunir las fuerzas dispersas de la mente y el alma. Los
mandalas ya se encontraban en las antiguas civilizaciones y también en los
llamados pueblos primitivos. Estos, intuitivamente, sabían calmar
su mente y su alma con la ayuda de imágenes circulares, como un camino para acercarse de nuevo a
la propia naturaleza.
La meditación con los mandalas. El
descubrimiento del mundo interior.
Entre las técnicas de la psicoterapia
encontramos la meditación con los mandalas
como un ejercicio de relajación metódico. Carl
Gustav Jung estudió exhaustivamente el
efecto curativo de las imágenes circulares en
el alma. Confirmó que pintar mandalas ofrece tranquilidad y sosiego tanto a los
psíquicamente sanos como a los enfermos. El trabajo con mandalas da un resultado
especialmente positivo en niños inquietos,
nerviosos y difíciles, ya que en
ellos la barrera de complejos que obstaculiza
el pintar es menor que en los adultos. Las personas a las que les agrada
dibujar y crear nuevas formas, experimentarán
una profunda satisfacción cuando estén pintando
mandalas y con ello descubrirán un mundo muy
especial, así como todas las
facetas de su interior y sus posibilidades de desarrollo.
Elementos básicos estructurales
Círculo: símbolo del cosmos, la eternidad y totalidad.
Cuadrado: representa la Tierra y el mundo
construido por el hombre.
El mandala empieza y finaliza en un centro (bindu)
Desde este centro salen todas las formas que podemos ver
en el mandala como rayos o círculos alrededor de este
centro
El punto central está rodeado por un circulo
En un mandala todas las formas geométricas como cuadrados,
círculos o líneas están conectadas entre sí.
Hay una rica variedad de mandalas
que difieren en su construcción y diseño. Los mandalas más frecuentes son:
Un círculo con un centro y una simetría cuádruple,
con formas abstractas o figurativas.
Un círculo con un centro sin
simetría, con formas abstractas o figurativas.
Un círculo con un centro y una
simetría doble, triple, quíntuple,
séxtuple o múltiple.
Un círculo sin un centro, con
formas abstractas o figurativas que parecen ser interdependientes las unas de
las otras.
Otras formas como cuadrados, hexágonos u
octógonos, con o sin simetría y con
formas abstractas o figurativas.
¿Cuál es la diferencia esencial entre un
mandala puro (un círculo con un centro y una simetría cuádruple) y una imagen de una “casa
con árbol y perro” dentro de un círculo?
Un mandala se diferencia de otros
dibujos o creaciones intuitivas porque se realiza dentro de un círculo para que la energía no se pueda perder. Hay un centro,
símbolo del “Yo Superior” o de la
“Chispa Cósmica” del que
lo hace, o “ventana” a otro mundo trascendente de imaginación o intuición. Hay una división característica de cuatro partes dentro del círculo que simbolizan los cuatro
puntos cardinales, los cuatro elementos o las cuatro estaciones (todas ellas
simbolizan también las cuatro funciones psíquicas) de tal manera que el contenido simbólico de la representación se revela cuatro veces. Debido al
punto central y a las imágenes agrupadas en torno a él, que se repiten cuatro veces, se
crea una profundidad y un movimiento dinámico dentro del mandala que lo hacen agradable a la contemplación emanando un efecto sanador.
La resistencia y
las emociones
Algunos colores y algunas formas
aparecen con mucha facilidad y espontáneamente,
mientras que otros, a pesar de haber sido elegidos intuitivamente, pueden
provocar resistencia. En un momento determinado, puede surgir una aversión hacia
todo el mandala. El sentimiento de desagrado puede llegar a ser tan fuerte que
despierte la necesidad de destruirlo, arrojarlo a la basura, tacharlo o pintar
encima de él, lo cual no debería perturbarte, ya que
simplemente forma parte del proceso. Esto significa que están
saliendo a la superficie emociones o elementos oscuros que necesitan ser
atendidos y procesados. Precisamente por este motivo es importante continuar,
completar el mandala. Continúa con el proceso interior y,
si es necesario, habla de él con otras personas. De este modo es probable que
se aclare lo que está ocurriendo.
Mientras uno hace un mandala, es
importante permanecer en el aquí y el ahora. En ocasiones,
los pensamientos van a la deriva e, inadvertidamente, te viene a la mente otra
forma u otro color. Entonces es importante que centres tu atención y sigas
adelante, concentrándote en tu trabajo. Existe una razón por la
cual eliges un color y una forma en un momento dado. Lo que ocurra luego todavía no
importa.
Si cometes un “error”, esto también
cuestiona el estado de tu atención. ¿Tus pensamientos estaban
en todas partes y en ninguna, o estaba teniendo lugar una discusión
interior? De cualquier modo, ¿se trata realmente de un error? ¿O es una pequeña señal que te
envía el inconsciente para que despiertes y te enfrentes a un
hecho en particular? Evidentemente, por alguna razón,
cometiste un error. ¿Y ahora qué? Cuando el mandala esté terminado, un pequeño error
como ese podría acabar encajando a la perfección en el
conjunto y el efecto no tiene por qué ser perturbador. Por otro lado, no está escrito
sobre piedra que tengas que ver ese error eternamente. También puedes
adaptarlo, lo cual, en un mandala, significa borrarlo, deshacerlo, pintar
encima de él o darle un giro original y creativo.
Esta técnica de trabajo no tiene como objetivo
producir unas obras de arte bonitas, sino permitir que aparezcan formas y
colores intuitivamente. Con este método, el proceso es más
importante que el resultado, así que el mandala tampoco puede juzgarse por su valor artístico.
Lo principal es la realización, el puro hecho de estar ocupado
haciéndolo y de ser capaz de acceder a fuentes creativas desconocidas.
En Psicología
Analítica, la importancia del mandala está determinada por ser una unidad de ordenamiento que surge
de nuestras profundidades arquetípicas
inconcientes y por lo tanto curativas, que corresponde a nuestro sanador
interior.
Síntesis:
Los mandalas representan un mundo entero, Dios, el ser
humano, la vida y la creación.
Tienen la forma perfecta: el círculo.
Esta forma circular es un símbolo
llamado arquetipo, es decir, una
imagen ancestral que está arraigada
en el inconsciente colectivo de todos nosotros, la humanidad, y que rige el
orden interior de la naturaleza.
Para Carl Jung:
El mandala representa la totalidad de la mente, la
conciencia y el inconsciente.
La composición armónica alrededor de un punto central significa la grandeza
global, tal y como puede serlo el Yo
inconsciente del ser humano (Self).
El Self es el
orden más elevado dentro de nosotros, regala
vida al alma y la conserva, activa el desarrollo del ser humano y lo hace un
individuo diferente de los demás.
El mandala reúne las
fuerzas espirituales y las acumula en el Self.
Equilibra las contradicciones y actúa como mediador entre ellas.
Huyser, Anneke. “El libro de trabajo de los Mandalas”. Ed. Obelisco