El inicio de nuestra exploración de la forma del mandala en el arte se encuentra en la prehistoria, época en la que los pintores rupestres expresaban su inspiración artística dibujando soles y espirales, dioses, personas y animales. En años posteriores (desde varios siglos antes de la era cristiana hasta la actualidad) los mandalas abundaron en el arte popular y religioso. En prácticamente todas las culturas del mundo aparecen diseños circulares en pinturas, bordados y tallas populares, y en azulejos y mayólicas.
Le pintor Albrecht Dürer (1471-1528), en particular, contribuyó a difundir diseños circulares por Europa a través de sus libros de ejemplos de ornamentación geométrica para pintores, fabricantes de muebles y otros artesanos. Muchos de estos diseños se basaban en formas antiguas que todavía se encuentran en España, en el País Vasco, y en Hungría, Baviera, Austria y Suiza. Los descendientes de los emigrantes europeos de estas zonas que se establecieron en Norteamérica, en Pensilvania, continúan utilizando estas formas circulares y de estrella en sus graneros para alejar a los malos espíritus y favorecer las buenas cosechas. Estos diseños se llaman hex sings (hex = de la palabra alemana hexe y significa “bruja” o hechicera”), lo cual alude a que la practica de la magia negra era común entre los antepasados de los europeos de Pensilvania.
También podemos encontrar símbolos circulares en las danzas populares como la danza meditativa de los derviches turcos, los cuales expresan el movimiento de la Tierra alrededor del Sol girando sobre sus propios ejes. El propósito es que los bailarines realicen la danza y la experimenten como un ritual interior. Al repetir continuamente los movimientos y los ritmos, alcanzan un estado meditativo que les permite desprenderse de los pensamientos y que el cuerpo y el espíritu entren en armonía.
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Verónica DAgostino
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