El creciente conocimiento del Este espiritual sólo puede significar una expresión simbólica del hecho de que comenzamos a entrar en contacto con lo todavía foráneo en nosotros. Renegar de nuestras propias premisas históricas sería puro disparate, y el mejor camino hacia un nuevo desarraigamiento. Sólo manteniéndonos firmes sobre nuestra propia tierra podemos asimilar el espíritu del Este. Gu De dice: “La gente del mundo perdió las raíces y se tomó a las copas”, para caracterizar a los que no saben dónde están los verdaderos orígenes de las fuerzas secretas. El espíritu del Este ha nacido de la tierra amarilla; nuestro espíritu puede y debe nacer sólo de nuestra tierra. Por eso, me aproximo a estos problemas de una manera que se ha criticado a menudo como "psicologismo". Si con ello fuera dado a entender "psicología", estaría yo halagado, porque es mi intención real apartar sin merced la pretensión metafísica de todas las enseñanzas secretas, ya que tales secretos objetivos de poderío de las palabras concuerdan mal con el hecho de nuestra profunda ignorancia, que habría que tener la discreción de confesar. Quiero, con la intención más plena, traer a la luz del comprender psicológico ciertas cosas de sonido metafísico, y hacer lo que me sea posible para impedir al público creer en oscuras palabras de poder.
(…)
Comprender metafísicamente, es imposible; sólo puede hacérselo psicológicamente. En consecuencia, desnudo a las cosas de sus aspectos metafísicos para hacerlas objeto de la psicología. Así puedo al menos extraer de ellas algo comprensible y apropiármelo; y además aprendo de tal modo condiciones y procesos psicológicos que antes estaban velados en símbolos y sustraídos a mi inteligencia. Así alcanzo también la posibilidad de recorrer un camino similar y hacer una similar experiencia y, si hubiera todavía al final tras de ello algo metafísico irrepresentable, tendría la mejor ocasión de manifestarlo.
(…)
Si acepto que un dios sea absoluto, y más allá de toda experiencia humana, ese dios me deja frío. No obro sobre él, y tampoco él sobre mí. Si, en cambio, sé que un dios es una poderosa actividad de mi alma, debo entonces ocuparme de él pues puede hacerse hasta desagradablemente importante, incluso en la práctica, cosa que suena enormemente trivial como todo lo que aparece en la esfera de la realidad.
(…) el alma es un mundo en el que está contenido el yo.
(…)Ante todo y en tal medida, es sólo "psicología", pero también en la medida en que es experimentable, comprensible y —gracias a Dios— real, es una realidad con la que algo se puede hacer, una realidad con posibilidades y por lo tanto viviente.
(…)Debería evitarse toda afirmación sobre lo trascendental, pues sólo es, siempre, una ridícula presunción del espíritu humano, inconsciente de sus limitaciones. Por eso, cuando se califica a Dios o a Tao como una conmoción o un estado del alma, con ello sólo se afirma algo sobre lo cognoscible y no sobre lo incognoscible. De lo último nada puede decirse.
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Comprender metafísicamente, es imposible; sólo puede hacérselo psicológicamente. En consecuencia, desnudo a las cosas de sus aspectos metafísicos para hacerlas objeto de la psicología. Así puedo al menos extraer de ellas algo comprensible y apropiármelo; y además aprendo de tal modo condiciones y procesos psicológicos que antes estaban velados en símbolos y sustraídos a mi inteligencia. Así alcanzo también la posibilidad de recorrer un camino similar y hacer una similar experiencia y, si hubiera todavía al final tras de ello algo metafísico irrepresentable, tendría la mejor ocasión de manifestarlo.
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Si acepto que un dios sea absoluto, y más allá de toda experiencia humana, ese dios me deja frío. No obro sobre él, y tampoco él sobre mí. Si, en cambio, sé que un dios es una poderosa actividad de mi alma, debo entonces ocuparme de él pues puede hacerse hasta desagradablemente importante, incluso en la práctica, cosa que suena enormemente trivial como todo lo que aparece en la esfera de la realidad.
(…) el alma es un mundo en el que está contenido el yo.
(…)Ante todo y en tal medida, es sólo "psicología", pero también en la medida en que es experimentable, comprensible y —gracias a Dios— real, es una realidad con la que algo se puede hacer, una realidad con posibilidades y por lo tanto viviente.
(…)Debería evitarse toda afirmación sobre lo trascendental, pues sólo es, siempre, una ridícula presunción del espíritu humano, inconsciente de sus limitaciones. Por eso, cuando se califica a Dios o a Tao como una conmoción o un estado del alma, con ello sólo se afirma algo sobre lo cognoscible y no sobre lo incognoscible. De lo último nada puede decirse.
"El secreto de la Flor de Oro", Carl Jung.
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Verónica DAgostino
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