Los Mandalas y su utilización terapéutica
A menudo estamos nerviosos, padecemos dolor de cabeza y tensiones, estamos deprimidos
y reaccionamos de forma agresiva sin ningún motivo.
Estos son signos de alarma que el alma exterioriza y significan que el individuo está desbordado,
que debería descansar y buscar algún medio de relajación.
Los afectados no son sólo los adultos, sino que cada vez hay mas niños nerviosos y con problemas
de falta de concentración, o que sufren trastornos del comportamiento y desarrollo causados por su estado anímico. Estos síntomas son el signo de que el ser humano ha perdido su unidad interior.
Causas físicas-anímicas de discordancia
Existen numerosas causas de discordancia que nos pueden afectar: en los adultos se deben al estrés producidos por motivos profesionales y económicos o por las relaciones de pareja. En los niños se debe a las mayores exigencias escolares, al poco tiempo que pasan con sus padres y, naturalmente, al contacto más asiduo con los nuevos medios. Actualmente, casi todas las familias tienen televisor y computadora que asumen cada vez más el papel de único interlocutor, pero que no ayudan en absoluto a la relajación tan necesaria, después de un duro día de trabajo o de escuela. En lugar de ayudar a encontrar la tranquilidad para restablecer la mente y el alma, contribuyen a alterar los nervios, ya de por sí en tensión.
En algún momento, se llega a un punto en el cual nos sentimos agotados, paralizados y lejos de nuestros verdaderos deseos y necesidades. Las consecuencias de este aislamiento del propio Yo son los miedos, depresiones, dudas, inseguridad e incapacidad de tomar decisiones, lo cual, en ocasiones, es acompañado de una disminución del rendimiento laboral o escolar.
En busca de nuestro Yo perdido
Existen varias posibilidades de devolver a nuestra alma la armonía, de reencontrar la unidad desde este desmembramiento. Estas posibilidades comprenden desde los ejercicios de relajación y respiración hasta la terapia psicologógica.
Sin embargo, y de manera creativa, podemos hacer algo por nosotros mismos pintando mandalas y recuperar así la salud paso a paso. Estas imágenes circulares están almacenadas en el inconsciente de cada uno de nosotros. Vuelven a reunir las fuerzas dispersas de la mente y el alma. Los mandalas ya se encontraban en las antiguas civilizaciones y también en los llamados pueblos primitivos. Estos, intuitivamente, sabían calmar su mente y su alma con la ayuda de imágenes circulares, como un camino para acercarse de nuevo a la propia naturaleza.
Los mandalas ejercen su efecto mediante la meditación. Podemos aprender este método de autoconcientización mirando los mandalas con calma y dejando que actúen, o rellenado sus formas con colores. Este método ayuda concentrarse, a descubrirse nuevamente, a encauzar los procesos interiores y, así, curarse uno mismo.
La meditación con los mandalas. El descubrimiento del mundo interior.
Entre las técnicas de la psicoterapia encontramos la meditación con los mandalas como un ejercicio de relajación metódico.
Carl Gustav Jung estudió exhaustivamente el efecto curativo de las imágenes circulares en el alma. Confirmó que pintar mandalas ofrece tranquilidad y sosiego tanto a los psiquicamente sanos como a los enfermos.
El trabajo con mandalas da un resultado especialmente positivo en niños inquietos, nerviosos y difíciles, ya que en ellos la barrera de complejos que obstaculiza el pintar es menor que en los adultos. Las personas a las que les agrada dibujar y crear nuevas formas, experimentarán una profunda satisfacción cuando estén pintando mandalas y con ello descubrirán un mundo muy especial, así como todas las facetas de su interior y sus posibilidades de desarrollo.
A menudo estamos nerviosos, padecemos dolor de cabeza y tensiones, estamos deprimidos
y reaccionamos de forma agresiva sin ningún motivo.
Estos son signos de alarma que el alma exterioriza y significan que el individuo está desbordado,
que debería descansar y buscar algún medio de relajación.
Los afectados no son sólo los adultos, sino que cada vez hay mas niños nerviosos y con problemas
de falta de concentración, o que sufren trastornos del comportamiento y desarrollo causados por su estado anímico. Estos síntomas son el signo de que el ser humano ha perdido su unidad interior.
Causas físicas-anímicas de discordancia
Existen numerosas causas de discordancia que nos pueden afectar: en los adultos se deben al estrés producidos por motivos profesionales y económicos o por las relaciones de pareja. En los niños se debe a las mayores exigencias escolares, al poco tiempo que pasan con sus padres y, naturalmente, al contacto más asiduo con los nuevos medios. Actualmente, casi todas las familias tienen televisor y computadora que asumen cada vez más el papel de único interlocutor, pero que no ayudan en absoluto a la relajación tan necesaria, después de un duro día de trabajo o de escuela. En lugar de ayudar a encontrar la tranquilidad para restablecer la mente y el alma, contribuyen a alterar los nervios, ya de por sí en tensión.
En algún momento, se llega a un punto en el cual nos sentimos agotados, paralizados y lejos de nuestros verdaderos deseos y necesidades. Las consecuencias de este aislamiento del propio Yo son los miedos, depresiones, dudas, inseguridad e incapacidad de tomar decisiones, lo cual, en ocasiones, es acompañado de una disminución del rendimiento laboral o escolar.
En busca de nuestro Yo perdido
Existen varias posibilidades de devolver a nuestra alma la armonía, de reencontrar la unidad desde este desmembramiento. Estas posibilidades comprenden desde los ejercicios de relajación y respiración hasta la terapia psicologógica.
Sin embargo, y de manera creativa, podemos hacer algo por nosotros mismos pintando mandalas y recuperar así la salud paso a paso. Estas imágenes circulares están almacenadas en el inconsciente de cada uno de nosotros. Vuelven a reunir las fuerzas dispersas de la mente y el alma. Los mandalas ya se encontraban en las antiguas civilizaciones y también en los llamados pueblos primitivos. Estos, intuitivamente, sabían calmar su mente y su alma con la ayuda de imágenes circulares, como un camino para acercarse de nuevo a la propia naturaleza.
Los mandalas ejercen su efecto mediante la meditación. Podemos aprender este método de autoconcientización mirando los mandalas con calma y dejando que actúen, o rellenado sus formas con colores. Este método ayuda concentrarse, a descubrirse nuevamente, a encauzar los procesos interiores y, así, curarse uno mismo.
La meditación con los mandalas. El descubrimiento del mundo interior.
Entre las técnicas de la psicoterapia encontramos la meditación con los mandalas como un ejercicio de relajación metódico.
Carl Gustav Jung estudió exhaustivamente el efecto curativo de las imágenes circulares en el alma. Confirmó que pintar mandalas ofrece tranquilidad y sosiego tanto a los psiquicamente sanos como a los enfermos.
El trabajo con mandalas da un resultado especialmente positivo en niños inquietos, nerviosos y difíciles, ya que en ellos la barrera de complejos que obstaculiza el pintar es menor que en los adultos. Las personas a las que les agrada dibujar y crear nuevas formas, experimentarán una profunda satisfacción cuando estén pintando mandalas y con ello descubrirán un mundo muy especial, así como todas las facetas de su interior y sus posibilidades de desarrollo.