En nuestra sociedad occidental, rara vez pensamos en “redondo” o en totalidades (holísticamente).
Tendemos a pensar de una forma lineal, yendo “del punto A al punto B”.
Los mandalas son expresiones de nuestra necesidad innata de totalidad y unidad. En épocas de enfermedad, crisis personales, depresión, divorcio, guerras y desastres, tendemos a perder nuestro mecanismo de dirección interior cuando, de hecho, lo que necesitamos es que el descanso, la tranquilidad y la reflexión regresen a nuestras vidas, a nuestro centro.
El mandala como reflejo de la vida interior
El mandala representa el proceso de asimilar elementos importantes en la vida que a menudo siguen siendo inconscientes, aunque estén prácticamente en la superficie de la conciencia. En realidad, el mandala es una expresión del microcosmos que se representa dentro de la persona y se revela en las formas, los símbolos y los colores presentes, y en su contexto combinado. El mandala funciona como un punto focal, como una lente que está enfocada en el interior y que refleja cualquier cosa que se esté representando en la psique en un momento dado. Cuando esto ocurre, el mandala es un reflejo del alma.
Por lo tanto, el proceso de asimilar y transformar imágenes inconscientes se expresa en símbolos que aparecen durante el desarrollo del mandala. Cuando estamos haciendo uno, es bueno tener en cuenta que, una vez que este proceso se ha iniciado, en ocasiones es difícil detenerlo. Pero tampoco sería inteligente hacerlo, porque a menudo este proceso marcará también el comienzo de una nueva etapa en la vida, una época durante la cual se pueden experimentar, manejar y posiblemente resolver conscientemente cosas que están ocultas en lo más profundo del inconsciente. Podemos reconocer pautas básicas y temas recurrentes como un hilo que pasa por la vida de todo el mundo y que nos une. Así pues, al hacer un mandala o contemplara el de otra persona experimentamos imágenes que pueden ayudarnos a ser una totalidad, imágenes que evocan los poderes de transformación. Estos poderes pueden iniciar un proceso de toma de conciencia, de modo que es posible que nuestra vida dé un giro completamente distinto.
El simbolismo de los diseños y los colores en un mandala no tiene que ser inmediatamente visible y consciente. En una etapa posterior puede hacerse repentinamente evidente lo que significan en ese contexto un determinado símbolo y una forma o un color particulares.
Mientras uno trabaja en un mandala, afloran todo tipo de sentimientos: paz interior, contento, amor o alegría; sin embargo también pueden aparecer el enfado, el miedo, el odio o la ira. Cuando uno se permite tener estos sentimientos y emociones, entonces puede experimentarlos conscientemente para tener la oportunidad de procesarlos o transformarlos. Ése es el efecto totalizador de un mandala. Para crear una conciencia abierta e intuitiva mientras uno está haciéndolo, es importante alcanzar un estado de ánimo meditativo y reflexivo. Puedes facilitar esto asegurándote que no haya interrupciones y de que tu respiración sea regular. Una música agradable de fondo, encender velas o incienso, o vaporizar aceites esenciales también contribuirá a crear la atmósfera adecuada.
Dos preguntas de iniciación:
¿Debo hacer el mandala con un plan previo o sin él?
Todo es posible. En principio, no es tan importante cómo crees el mandala. El resultado siempre será la expresión de lo que se está representando en tu psique. Aún así es cierto que un mandala hecho de una forma totalmente intuitiva y sin un plan previo puede contener más aspectos creativos y símbolos más significativos que uno pensado de antemano y que, por eso mismo, probablemente estará más estructurado aunque ocurre con frecuencia que una persona ve un mandala en una meditación o un sueño y luego intenta plasmarlo.
¿Dónde se encuentra el punto de partida para un mandala? ¿Va desde el centro hacia el exterior o desde el círculo exterior hacia el centro?
Esto marca una diferencia. Un mandala realizado desde el centro hacia afuera libera una energía interior oculta que desea manifestarse en el mundo exterior: el Ser se da a conocer y se vuelve visible; un mandala que se inicia en el círculo exterior estará más dirigido a la introspección, a reunir energía dispersa y a centrar pensamientos e ideas.
Anneke Huyser
“El libro de trabajo de los mandalas
para el descubrimiento de uno mismo”
Ediciones Obelisco
Tendemos a pensar de una forma lineal, yendo “del punto A al punto B”.
Los mandalas son expresiones de nuestra necesidad innata de totalidad y unidad. En épocas de enfermedad, crisis personales, depresión, divorcio, guerras y desastres, tendemos a perder nuestro mecanismo de dirección interior cuando, de hecho, lo que necesitamos es que el descanso, la tranquilidad y la reflexión regresen a nuestras vidas, a nuestro centro.
El mandala como reflejo de la vida interior
El mandala representa el proceso de asimilar elementos importantes en la vida que a menudo siguen siendo inconscientes, aunque estén prácticamente en la superficie de la conciencia. En realidad, el mandala es una expresión del microcosmos que se representa dentro de la persona y se revela en las formas, los símbolos y los colores presentes, y en su contexto combinado. El mandala funciona como un punto focal, como una lente que está enfocada en el interior y que refleja cualquier cosa que se esté representando en la psique en un momento dado. Cuando esto ocurre, el mandala es un reflejo del alma.
Por lo tanto, el proceso de asimilar y transformar imágenes inconscientes se expresa en símbolos que aparecen durante el desarrollo del mandala. Cuando estamos haciendo uno, es bueno tener en cuenta que, una vez que este proceso se ha iniciado, en ocasiones es difícil detenerlo. Pero tampoco sería inteligente hacerlo, porque a menudo este proceso marcará también el comienzo de una nueva etapa en la vida, una época durante la cual se pueden experimentar, manejar y posiblemente resolver conscientemente cosas que están ocultas en lo más profundo del inconsciente. Podemos reconocer pautas básicas y temas recurrentes como un hilo que pasa por la vida de todo el mundo y que nos une. Así pues, al hacer un mandala o contemplara el de otra persona experimentamos imágenes que pueden ayudarnos a ser una totalidad, imágenes que evocan los poderes de transformación. Estos poderes pueden iniciar un proceso de toma de conciencia, de modo que es posible que nuestra vida dé un giro completamente distinto.
El simbolismo de los diseños y los colores en un mandala no tiene que ser inmediatamente visible y consciente. En una etapa posterior puede hacerse repentinamente evidente lo que significan en ese contexto un determinado símbolo y una forma o un color particulares.
Mientras uno trabaja en un mandala, afloran todo tipo de sentimientos: paz interior, contento, amor o alegría; sin embargo también pueden aparecer el enfado, el miedo, el odio o la ira. Cuando uno se permite tener estos sentimientos y emociones, entonces puede experimentarlos conscientemente para tener la oportunidad de procesarlos o transformarlos. Ése es el efecto totalizador de un mandala. Para crear una conciencia abierta e intuitiva mientras uno está haciéndolo, es importante alcanzar un estado de ánimo meditativo y reflexivo. Puedes facilitar esto asegurándote que no haya interrupciones y de que tu respiración sea regular. Una música agradable de fondo, encender velas o incienso, o vaporizar aceites esenciales también contribuirá a crear la atmósfera adecuada.
Dos preguntas de iniciación:
¿Debo hacer el mandala con un plan previo o sin él?
Todo es posible. En principio, no es tan importante cómo crees el mandala. El resultado siempre será la expresión de lo que se está representando en tu psique. Aún así es cierto que un mandala hecho de una forma totalmente intuitiva y sin un plan previo puede contener más aspectos creativos y símbolos más significativos que uno pensado de antemano y que, por eso mismo, probablemente estará más estructurado aunque ocurre con frecuencia que una persona ve un mandala en una meditación o un sueño y luego intenta plasmarlo.
¿Dónde se encuentra el punto de partida para un mandala? ¿Va desde el centro hacia el exterior o desde el círculo exterior hacia el centro?
Esto marca una diferencia. Un mandala realizado desde el centro hacia afuera libera una energía interior oculta que desea manifestarse en el mundo exterior: el Ser se da a conocer y se vuelve visible; un mandala que se inicia en el círculo exterior estará más dirigido a la introspección, a reunir energía dispersa y a centrar pensamientos e ideas.
Anneke Huyser
“El libro de trabajo de los mandalas
para el descubrimiento de uno mismo”
Ediciones Obelisco
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Verónica DAgostino
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